A veces hace falta una obra de ficción para que la verdad consiga alzarse por encima del ruido de un mundo que no para quieto, en un frenético existir que nos deja exhaustos. Corremos de un lado para otro intentando comprender la realidad más inmediata, aspirando a comprender verdades más allá de lo inminente, pero tropezándonos con las limitaciones del día a día. La verdad se pierde entre los cojines del sofá y abrazar la certeza de que, a veces, no podemos hacerlo todo solos y necesitamos consumir los productos creados por otros, periodistas o artistas, traductores de realidad, en una multiplicidad de formatos que nos mantengan atentos, enganchados a la aventura de descubrir cosas nuevas en lugar de quedarme dormido después de trabajar. Desmenuzando los hechos, ordenando el paso del tiempo en píldoras de menos de una hora y dosificando la información en forma de capítulos y, semana tras semana, ahí estaremos, descubriendo que nos faltaba imaginación para conocer el mundo tal y como es en realidad.