Hasta que llegó el covid, la cuarentena evocaba a epidemias medievales o de países exóticos, fiebres altísimas y oscuridad, otros mundos lejos de nuestra vida cotidiana o que habían entrado en el nuestro por un viaje desafortunado a un país tropical. Heredamos la idea vaga de que cubría 40 días, luego supimos que eso era en su origen, el tiempo de confinamiento ante la peste negra europea, y luego quedó el plazo de aislamiento preventivo en una nebulosa de tiempo, tan elástica como el sopor que le entra al afectado, enfermo o no.
Los números en pandemia
Una Nochevieja para contar
Perdidos en los galimatías de cuarentenas y toques de queda, olvidamos las razones últimas que hay detrás de las medidas y nos afanamos en burlar sus objetivos, ofuscados en el encaje de nuestra vida de antes en la horma del ahora.
Fuegos artificiales de fin de año en Auckland, Nueva Zelanda, en 2020
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