He tenido una revelación: estamos secuestrados. No en un zulo ni en ninguna mazmorra. No hace falta. Pero tampoco nos dejan salir del bucle. Y eso puede convertirse en una especie de cárcel. Ahora mismo nos encontramos atrapados por los que más gritan y viven permanentemente en tensión, como si estuvieran estreñidos. Lo peor es que su crispación y su rencor contaminan tanto el ambiente que acabamos encapotados por una niebla perpetua, que además huele mal. Cada debate parece cuestión de vida o muerte. Cada intercambio de ideas se transforma en una batalla. Pero no hay grandeza en esos combates sino una miseria infinita. Y mediocridad a puñados. Y cuando conviene, mentiras. Si ni una pandemia ha sido capaz de modificar sus hábitos, sus descarnadas -y en ocasiones, ridículas- luchas por el poder, por aparentar o salir en la foto, es que ya no tienen remedio. Pero ahí siguen, dando la matraca a diario.
Crispación Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El gran secuestro
Ahora mismo nos encontramos atrapados por los que más gritan y viven permanentemente en tensión
Una vista del Congreso de los Diputados.
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