“Todos nos desvanecemos al morir, y volvemos a desaparecer una última vez cuando mueren también quienes nos recordaban, pero algunas personas perviven en el tiempo. No los grandes nombres en los libros de Historia (…) sino los seres humanos que dejaron algo vivo para el prójimo. Escritores, músicos o pintores, pero también carpinteros, sastres o jardineros, capaces de hacer brotar una emoción genuina en los hijos de los hijos que no conocerá”. Leía este fragmento en la novela ‘Del silencio’ (Sergi Bellver. Ediciones del viento, 2021), un fascinante viaje emocional, geográfico, cultural y político por la Europa de la Guerra Fría; leía e imaginaba las próximas fiestas. Un cielo ensartado de recuerdos, de unas pérdidas cercanas, arrebatadas súbitamente por una misma enfermedad que las convirtió en dígitos, que las hermanó de forma artificial, que dejó los llantos atragantados, de tan abundantes.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Estadística
Llevamos casi dos años de pandemia y los duelos siguen convertidos en recuentos. Cifras que forman una barricada entre la normalidad de antes y la actual
Los servicios funerarios retiran un ataúd de una residencia de ancianos, en marzo de 2020. /
Temas
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