Este domingo EL PERIÓDICO dedicaba su tema del día a la Gran Renuncia, ese sorprendente fenómeno estadounidense consistente en que, desde abril, cinco millones de ciudadanos abandonan mensualmente y de manera voluntaria sus empleos. Personas que prefieren malvivir de sus pocos ahorros o de las ayudas públicas a seguir trabajando en unas condiciones que consideran indignas. Se hace difícil imaginar una muestra más contundente del arraigado malestar en las sociedades occidentales. Si a este ejemplo añadimos cuestiones como, entre muchas otras, la eclosión de las patologías mentales o, en el caso español, esa cuarta parte de la población que se halla en riesgo de exclusión social, podemos llegar a la conclusión de que algo hemos hecho muy mal en las últimas décadas. Un desastre al que han contribuido en mucho las imperfecciones de una globalización tan acelerada como desgobernada. Y entre estas disfunciones, destaca la divergencia en la consideración del capital y el trabajo.
Apunte Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Capital y trabajo
La disminución de costes como único objetivo, con sus consecuencias directas sobre la calidad del empleo y su remuneración, acaba por quebrar a la sociedad
Trabajador, en la oficina durante la noche /
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