Querido Oriol, ojalá este artículo no se publique nunca. Lo escribo ahora, en el verano de 2002. Justo después de haberte visto lúcido y lozano, elegantemente vestido, con tu albina cabellera envidiable –yo estoy calvísimo–, junto a Beth, esplendorosa. Y al volante de un descapotable que cumple, me dices, un tardío e insospechado sueño tuyo de juventud. Vaya, vaya…
Obituario Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Oriol en plena forma
Quiero recordarte siempre como lo que has sido, un enorme y arrollador manantial de agitación cultural, arquitectónica y política
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