Cada uno se despista como quiere o como puede. Los despistes son una expresión de humanidad, ¿quién no los ha sufrido? En ocasiones, los lapsus dicen más de nosotros que nuestros aciertos o nuestros actos premeditados. De niños, nos despistamos y no ordenamos nuestra habitación, u olvidamos (por despiste, claro) devolver el cambio de la compra en la panadería. De adultos, nos despistamos y no vamos al gimnasio, o en el trabajo convertimos el despiste en una expresión elevada de la procrastinación. Esta semana, dos líderes conservadores europeos, Boris Johnson y Pablo Casado, se han despistado según su propia inclinación y condición. A Johnson, perdidos en una intervención pública el hilo de la atención y las migas de pan de los papeles, le dio por hablar (y elogiar) a Peppa Pig. Es lo que tienen los elitistas británicos educados en Eton, que, igualitos que Papa Pig, cuando les da por rebozarse en el fango no hay quien les gane. A Casado, sin embargo, puestos a despistarse, le dio por aparecer un 20 de noviembre en una iglesia donde se celebraba una misa en honor del alma de Francisco Franco.
Décima avenida
Peppa Pig y el alma de Franco
Es mejor creer a Casado cuando dice que acudió por despiste a una misa por el alma del caudillo. La alternativa es peor
Peppa Pig y Francisco Franco
Lo más visto
- El aviso de Hacienda a las empleadas del hogar: cambio desde este mes de abril
- Primera sentencia de un TSJ que aplica la doctrina europea y obliga a hacer fijo a un interino en fraude
- Las lluvias en Catalunya dejan los pantanos por encima del 18%
- Puigdemont anuncia la muerte de su madre: "La mano de mi hija ha sido también la mía"
- El aviso de los meteorólogos para este lunes: seguirá lloviendo, pero sucederá algo más