Por instinto, suelo desconfiar de aquello que se presenta como unanimidad social. Los discursos que empiezan por «la gente», «la calle», «la sociedad», «los hombres», «las mujeres», «la nación», «los trabajadores» o «los empresarios» y continúan con un verbo que se refiere a acciones que en puridad solo pueden llevar a cabo las personas (piensan, sienten, creen, opinan, actúan...) han causado a lo largo de los siglos a errores y tragedias. Ser un disidente siempre ha sido un mal trago.
Décima avenida
Los no vacunados
La pandemia ha hecho calar la idea de que si la unanimidad social es lo bastante fuerte, no hay derechos y libertades que no puedan tocarse
Un policía austriaco comprueba el certificado covid de un ciudadano. /
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