“Que la guerra no me sea indiferente”, cantaba Mercedes Sosa. No, que el dolor ajeno no nos resulte extraño. Que la desesperación de los que buscan un lugar en el mundo no tope con un desierto de escepticismo. Que no seamos impasibles a las heridas abiertas por las cuchillas de la frontera. Que no miremos sin lágrimas el llanto angustiado de un niño causado por los gases lacrimógenos. Que no creamos que un bosque helado, cementerio de sueños, es el lugar que nadie merece. Que no deje de recorrernos un escalofrío ante las ropas empapadas por los cañones de agua.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El bosque oscuro
Migrantes tras la valla fronteriza en Bielorrusia, cerca del paso fronterizo de Kuznica, entre Polonia y Bielorrusia. /
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