Movilidad sostenible Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Contra la cultura del coche

Hasta que no nos quitemos de encima la 'cochedependencia' fracasaran todas las cumbres de Glasgow y todos nuestros intentos de construir un mundo mejor

Un padre agarra a sus hijos para cruzar la calle de Aragó / Ferran Nadeu

Ya hace mucho tiempo que el coche dejó de ser un simple medio de transporte para convertirse en toda una cultura. Cuando es solo un instrumento es práctico y puede ayudar a vivir mejor: para gente mayor y necesitada, servicios, transportistas, trabajadores y evidentemente cualquier transporte público. Pero su uso se ha extendido hasta la ridiculez, con SUV de varias toneladas para desplazar una sola persona dentro de la ciudad, y se ha ido transformando en un símbolo del individualismo, el progreso económico y hasta de poder social, alimentado por la publicidad. Cierto, el automóvil tiene detrás una fabulosa industria que solo en España crea y mantiene centenares de miles de puestos de trabajo directos e indirectos y supone alrededor del 10% del PIB. Con esta coartada real, se encuentra siempre la manera de protegerlo y justificarlo. Ante la creciente presión mediática y la progresiva conciencia medioambiental, la industria del coche ha encontrado su nuevo discurso, sintetizado muy bien por Salvador Alemany (Abertis): "El enemigo es la contaminación, no el coche". Es decir, se trata de ganar tiempo mientras el coche tradicional, de motores no eléctricos, representa todavía casi 7 de cada 10 que se venden. Lo que se pretende es dar una imagen edulcorada del coche y obviar su lado siniestro, del que raramente se habla: se calcula que en el mundo mueren cada día la friolera de 3700 personas por accidentes de tráfico (1.350.000 al año), más sus correspondientes heridos con terribles secuelas de por vida.