Es humanamente inaceptable. Por un momento miremos las caras de desesperación, las huellas del dolor que revelan las imágenes en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. Son niños y adultos que nos descubren la angustia de vivir sin horizonte, perseguidos y acosados de nuevo cuando pensaban que la violencia empezaba a quedar atrás. Víctimas de engaño y traición, han perdido su capital, económico y humano, para quedar atrapados en el limbo entre un país que les desprecia y una Europa insensible al sufrimiento. El temor, el mismo que generó la afluencia de los refugiados sirios en 2015, regresa a línea donde empieza la Unión. Lituania y Polonia cierran fronteras y niegan el acceso a las organizaciones de ayuda. Vuelven las concertinas y los discursos que hablan de una amenaza apocalíptica, aunque ahora los que están al otro lado de esa línea no llegarían a llenar un pabellón polideportivo si los pusiéramos juntos. ¿Hemos aprendido algo?
Tensión con Bielorrusia Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Las fronteras indignas
Atender a esos pocos miles de personas con un mínimo de dignidad debería ser la prioridad, antes de lanzarnos a financiar el muro que reclama un Gobierno xenófobo en Varsovia
Una familia iraquí rodeada por la policía polaca en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. /
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