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Los obedientes votantes del PSOE y Unidas Podemos han roto algo mucho peor que cualquier disciplina de partido: la confianza

Enrique Arnaldo, durante la Comisión Consultiva de Nombramientos del Congreso, con Meritxell Batet, el pasado 2 de noviembre de 2021. / DAVID CASTRO

La disciplina de voto debería quedar invalidada en algunos supuestos. Especialmente cuando el voto que la dirección del grupo parlamentario exige a sus diputados es contrario a cualquier valor o postulado de la propia formación. Solo de esta forma se puede proteger lo único sagrado en un partido político: sus principios.