Hubo un momento de mi vida que me marcó para siempre. Tenía 18 años cuando trabajé en verano de cajera de una cadena de supermercados de los que hoy se conocen como de marca blanca. Sin deciros nombres, adivinaréis cual era cuando digo que mi uniforme era un pantalón rojo, camisa a rayas del mismo tono y zuecos. Y, tal como entrabas, además del traje tenías un mantra y era “Quién me va a pagar con un billete de mil”. Apenas había dinero en la caja por si robaban y necesitabas el dinero de la gente de la cola por adelantado para poder dar el cambio al que te estaba pagando.
Supermercado Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
A pie de caja
Hablamos de los profesionales de los supermercados con un tono despectivo que me indigna, como si todo el mundo valiera, como si fuera una profesión de segunda. Cuando son indispensables
Carro de la compra lleno de productos en un supermercado. /
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