La relectura del pasado Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

La Barcelona esclavista

El puerto no alberga siquiera una placa en memoria de los africanos secuestrados y vendidos en las Américas

La estatua de Antonio López, actualmente jubilada en un depósito municipal de la Zona Franca. / Manu Mitru (Manu Mitru)

El 30 de noviembre del año 1814 el ‘Diario de Barcelona’ incluía un aviso llamativo. Decía así: «Quien sepa el paradero de un negro, de edad de 30 a 32 años, calbo de cabeza, de estatura baxa, gordo, con una grande cicatriz en la frente, de nariz pata y muy picado de viruelas, sirva avisarlo en casa de D. Pedro Gil, calle de Moncada, y en Tarragona en casa de dicho señor, que a más de satisfacérsele los gastos que tenga echos, se le recompensará con una correspondiente gratificación [sic]». La nota la había pagado Pere Gil Babot (1783–1853), banquero, naviero, empresario vinculado con la trata de esclavos y socio fundador de la Sociedad Catalana para el Alumbrado de Gas en Barcelona, cuya descendencia también financió (en parte) la construcción del Hospital de Sant Pau. La anécdota la contó la otra tarde el profesor Martín Rodrigo Alharilla durante las jornadas ‘Esclavisme a Barcelona’, que han congregado esta semana a grandes expertos en la materia. Llenazo absoluto en El Born Centre de Cultura i Memòria.

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