APUNTE AZULGRANA

Oficio contra bullicio

Mendy roba un balón a Gavi. / Jordi Cotrina

Para muchos, es como si la pandemia hubiera acabado. Sí, claro, subsiste el engorro de las mascarillas, pero ya estamos bailando y tomando copas como si nada. Y llenando estadios, aunque en el caso del Camp Nou no todo era culpa de las restricciones del Procicat, sino de las consecuencias de otro virus, el que ataca al equipo con síntomas como la letargia, el aburrimiento, la falta de convicción. Y más, todos los que ustedes quieran añadir. Pero llega el clásico y vuelve a ser un Barça-Madrid "de verdad", como dice Ricard Torquemada en la TdT de Catalunya Ràdio. Con mosaico incluido, que no es el más vistoso de la historia, pero que transporta al culé, por unos momentos, al lado luminoso de la vida. Un espejismo. Como todo el partido. La sensación de ver un oasis al fondo y desear que esta tarde esplendorosa de otoño sea un regocijo de palmeras y dátiles. En los primeros minutos y con la presión desaforada, con ese casi gol de Dest, y con el Madrid arrinconado, el espejismo parecía ser cierto, real. No con odaliscas danzando alrededor de la 'haima', pero sí con los camellos bebiendo en la fuente y un poco de sombra entre tanto desierto.