Uno de los síntomas más claros de la merma del orgullo y la autoconfianza de Barcelona es la nostalgia creciente de Pasqual Maragall. La figura del alcalde olímpico se vuelve cada vez más presente, regreso inesperado de una sombra que se abate sobre nuestro tiempo pero que ya no puede proyectar la ciudad hacia nuevos retos. Lo debemos hacer nosotros, los que todavía estamos, los que suben. Y no seremos capaces si no recuperamos el núcleo central de su idea de ciudad: la capitalidad. Las oportunidades, la influencia, el poder de la capitalidad. Para conseguir incrementarla no dudó en aliarse con quien fuera, empezando por Samaranch, que escaló primero con prudencia por las jerarquías del franquismo y se ganó a continuación la confianza de los jerarcas de la URSS, la clave para escalar a la cima del COI. Jugada maestra de dos contrarios. La Transición de España está plagada de claroscuros. En la proyección de Barcelona solo había fulgor. Pero ya no nos deslumbra.
Debate de ciudad Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Barcelona y la capitalidad
Buena parte de los mejor formados de la economía global suspiran por vivir en Barcelona, pero esto no basta, ni de lejos
Vista aérea del Eixample. /
Lo más visto
- Pensionistas, solo cobraréis una parte de la paga extra en junio: esta es la razón
- Los Mossos alertan de este método de robo: "Antiguo pero recurrente"
- Quién es Laura Menoyo y por qué era la visita más esperada para Daniel Sancho
- Yolanda Díaz insta a la patronal a pactar la reducción de la jornada "antes de verano" o legislará sin ella
- La Guardia Urbana rescata 14 gatos de un piso de Sant Martí