Durante un prolongado momento de mi vida, mi madre justificaba todas mis malas acciones con la excusa de la edad. Igual atropellaba a un viejo con la bici, siendo un niño en el pueblo, y mi madre se disculpaba por mí diciendo 'es la edad', y sin problema, no hacía falta añadir nada más. Pillabas tu primera borrachera y te despertabas pensando que se avecinaba la bronca del siglo, pero luego bajabas a comer y escuchabas a tu madre comentar a sus amigas que 'es la edad', y ni tan mal. El comodín de la edad parecía no tener límite, que ahora pienso que debería haberlo aprovechado más, qué sé yo, para repetir algún curso en el instituto, hacerme rapero o atracar una sucursal. Porque el resguardo de la edad, como todo lo bueno, un día se tenía que acabar.
BARRACA Y TANGANA
Es la edad
Ahora se habla de la juventud de los novísimos de la selección o de los chavales del Barcelona para amortiguar veredictos: que disfruten mientras dure, les diría, porque la realidad empieza cuando termina la novedad
Marco Asensio celebra un gol en los JJOO de Tokio. /
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