La estrategia de los populares Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Derechizar la derecha

Más allá del ridículo espantoso de Casado y los suyos en la convención del PP, debemos aprender de la historia. A otros infravalorábamos antes de que tomasen el poder alentando el odio al diferente

Pablo Casado, en la plaza de toros de Valencia. / EFE / MANUEL BRUQUE

Dicen que hay momentos que marcan un antes y un después en la historia de un país, de una organización política o de una persona. Sin duda, la convención del Partido Popular de la pasada semana no pasará a la historia de nuestro país como el 'think tank' de los conservadores europeos; basta con ver los ponentes invitados (el uso del masculino plural no se debe a que la autora de estas líneas realice un uso sexista del lenguaje) y las reflexiones que, muy a nuestro pesar, nos regalaron, para tener la certeza que estamos ante la versión más ayusiana de Casado. O quizás más trumpiana, si es que existe alguna diferencia. 

La convención del Partido Popular cuestionó la esencia democrática de nuestro país de la mano del evasor fiscal y premio Nobel Mario Vargas Llosa. “Lo importante no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien”, afirmaba uno de los protagonistas de los ‘Pandora papers’, y su afirmación recordaba demasiado al asalto del Capitolio, instado por Donald Trump. Y de la misma forma que Trump, que fue capaz de cuestionar la democracia antes que reconocer su derrota, Casado o Abascal todavía a día de hoy no aceptan el resultado electoral de noviembre de 2019, negando así la condición de presidente legítimo a Pedro Sánchez. Pero esa falta de reconocimiento no es personal, es política; no es individual, es colectiva. En realidad, ambos líderes cuestionan el derecho al sufragio universal porque a su modo de ver las cosas, no todos y todas sabemos votar.

Tergiversar el posicionamiento político del PSOE respecto al sufragio femenino promovido por Clara Campoamor; reconocer la “buena gestión” de Nicolás Sarkozy, condenado por corrupción en su país; invitar al primer ministro austriaco Kurz para calificar de “carga” a inmigrantes y refugiados… son solo algunos de los regalos que nos dejó Casado y su convención. Pero hace ya tiempo que la derecha española decidió adentrarse a la plaza de Colón para cruzar las líneas rojas de la democracia: pactar con Vox a costa del reconocimiento de la violencia de género o no favorecer que se reconozca la violencia de género como eurodelito, votar en contra de la reforma de las pensiones y del incremento del salario mínimo interprofesional, o no avalar la modificación de la Constitución para que desaparezca el término 'disminuido' y sea substituido por personas con discapacidad son solo algunos ejemplos que muestran que Casado y los suyos han caído en la tentación y no se han librado del mal de la extrema derecha. Es ya un secreto a voces que si PP y Vox suman, pactarán.

Por eso, más allá del ridículo espantoso de estos días de Casado y los suyos, debemos aprender de la historia. A otros infravalorábamos antes de que tomasen el poder alentando el odio al diferente entre la población más desfavorecida. La pobreza, la exclusión social y la desigualdad son nidos para el populismo y la extrema derecha. Para combatirlos, desde la socialdemocracia debemos seguir impulsando las reformas necesarias para promover un modelo de desarrollo basado en la justicia social, económica y ambiental, sin dejar a nadie atrás.