Del estigma y los más crueles acosos y castigos en los centros educativos al reconocimiento en los contenidos curriculares y los talleres de diversidad sexual en las aulas. De la patología abyecta y tratada con terapias torturadoras y aberrantes a la despatologización, el acompañamiento psicológico y los tratamientos hormonales o quirúrgicos en el sistema de salud pública, si hacen falta. De las palizas en las comisarías y estancias en la prisión Model de Barcelona al apoyo de las policías de proximidad, formadas para atender denuncias de delitos de odio. De juicios por travestismo a fiscalías para la investigación de delitos de odio por LGTBIfobia. De las personas señaladas con el dedo a las personas que pasean su orgullo por las calles, de las que tenían que vivir una vida de renuncia, o una doble vida a los matrimonios homosexuales. De las personas que tenían que esconder los nombres de sus madres o padres a los formularios que recogen la diversidad de familias. De la ley de Vagos y Maleantes –que no fue derogada en su totalidad hasta 1995- hasta la ley catalana para garantizar los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales y para erradicar la homofobia, la bifobia y la transfobia –aprobada en octubre de 2014, hace ahora 7 años.
Ágora Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Somos la generación que salió del armario, no volveremos a entrar
La que pasó de castigar a marginar; de marginar a tolerar; de tolerar a aceptar y de aceptar a reivindicar. Hoy somos millones los que andamos por este camino, que es el de la libertad, del respeto, de los derechos humanos
Manifestación LGTBI contra la transfobia el Día del Orgullo, en Barcelona. /
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