Aquellas seis horas de la tarde del lunes fueron curiosas. No dejamos de mirar el móvil, porque lo mirábamos para ver si ya volvía a funcionar la maldita cosa esa, pero nos fuimos relajando cuando vimos que la avería iba para largo. Se detuvieron los mensajes de padres y madres del grupo de la escuela, y nadie pudo saber cuál era la mejor solución contra los piojos. Se desvanecieron, también, los mensajes de cada día, los rutinarios, que no significan nada, pero que sirven para certificar que tú estás vivo y que el otro también, porque ha visto el mensaje y te contesta con un "sí, cariño, todo bien por ahora ". Y también se convirtieron en humo los encuentros secretos, las insinuaciones, las citas poliamorosas, los primeros intentos ingenuos de seducción o los mensajes subidos de tono. Y los que escribes porque te aburres y necesitas hablar con alguien. Y los más urgentes, los que era imprescindible que llegaran a la hora. Y varias informaciones que había que tener presentes y confirmaciones y malentendidos, y esperanzas y olvidos.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Seis horas de paréntesis, silencios y placideces
Tras caída de las redes de mensajería no dejamos de mirar el móvil, porque lo mirábamos para ver si ya volvía a funcionar la maldita cosa esa, pero nos fuimos relajando cuando vimos que la avería iba para largo
Cae Whatsapp, Facebook e Instagram
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