Debe de ser cosa de la edad, pero como vecino del Poblenou no me gusta salir a pasear por la playa temprano un domingo y encontrarme el paseo tal que un cenicero de un bar de los 80: sucio y maloliente, resacoso y cochambroro, vasos doblados y bolsas de plástico hasta donde alcanza la vista, botellas de alcohol y refrescos esparcidas por el suelo, papeles y suciedad, algún que otro condón, cristales rotos por doquier. Eran los restos del macrobotellón de la Mercè. Un ejército de empleados del Ayuntamiento limpiaron la playa y el paseo bastante rápido, considerando la situación, pero la auténtica factura la pagaron algunos de los restaurantes saqueados de la zona y los propietarios de las motos que ardieron. Pies de página en el discurso de hastío generacional que, al parecer, nuestros jóvenes construyen con los botellones multitudinarios. Pies de página sin importancia, como la palma de la mano de ese niño que se clavó un cristal en el paseo marítimo varios días después de la fiesta.
Décima avenida Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Botellón y espacio público
La playa no puede ser escenario de un fiestón incontrolado por la noche y espacio de paseo al aire libre por la mañana. Hay que decidir
Motos quemadas tras el botellón del Bogatell. /
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