Decía Mark Twain que el alemán debería formar parte de las lenguas muertas, ya que solo los muertos gozan del tiempo necesario para aprender a hablarlo. A mí, que me pasé una larga (y muy viva) temporada en Berlín desentrañando los misterios de las declinaciones germanas, me parece un idioma endiabladamente maravilloso. El alemán, a diferencia de sus hablantes, carece de toda lógica. No hay reglas que expliquen por qué el tiempo es femenino mientras que un niño (o, lo que es más desconcertante, una niña) pertenece al género neutro. Como intentando vengarse de una vida plagada de normas, los germanoparlantes se conceden el lujo de inventarse palabras larguísimas que encapsulan momentos, tendencias e incluso sentimientos. No existe traducción directa para 'Schadenfreude', pero todos lo hemos experimentado alguna vez. Tampoco hay traducción sencilla para algo que los europeos ni siquiera sabíamos que padecíamos: 'Merkelverlustangst', el miedo a perder a Merkel.
Despedida de la cancillera Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El miedo a perder a Merkel
Ha sido la líder de Alemania durante unos años en los que los intereses de su país y los de la Unión Europea han sido prácticamente los mismos
Angela Merkel, en una conferencia de prensa en Berlín, en septiembre del 2016. /
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