Una playa sembrada de cadáveres. Esta es nuestra última cosecha. Podemos envolver la escena de discursos, pero todas las palabras sonarán a vacío, a mentiras. Dejemos hablar al silencio. Al menos, no nos avergonzará. En esa misma playa que quizá este verano hemos pisado, en la que nos hemos tumbado mirando las nubes, leyendo un libro, haciendo planes para el próximo curso. Sobre esa misma arena en la que tantos pequeños han levantado castillos, fosos y puentes. Quizá hemos jugado a palas. Quizá unos cuantos selfis. Ahí, ahí mismo, la tumba de un niño. Tres o cuatro años tendría, no se sabe bien. A 200 metros, el cadáver de una mujer. Más al sur, otras dos mujeres. Y aún más hombres. En total, ocho muertos. La última cosecha de nuestras playas. Varados sus sueños. Apostaron y perdieron. Solo tenían sus vidas.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La cosecha del mal
Imaginemos su huida, su viaje, su miedo, su asfixia y su muerte
Una patera en el Estrecho /
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