La voluntad de Pujol estaba clara, su Convergència era más que un partido, más que unas siglas, más que unos dirigentes y unos militantes. Convergència era el país, la república independiente catalana, emocionalmente independiente. Pujol no era el líder de un partido, era el padre de Catalunya. O padrino, visto lo visto. Más allá de las siglas, esa idea grandilocuente de asimilación sigue presente. Lo está cuando Junts pretende imponer a miembros del partido que no forman parte del Govern en la mesa de diálogo. Lo está cuando, de forma machacona, cualquiera de los suyos o de su galaxia, excluye de su concepción de Catalunya a todo aquel que no siente la necesidad imperiosa de la independencia, cuando abona la idea de que los catalanes no soberanistas son algo ajeno, cuando no directamente traidores, vendidos a la causa española.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Pujol en la mesa
La prepotencia de Junts solo invita a más catalanes a sentirse mejor representados por el otro lado de la mesa.
Jordi Pujol, en la comisión de investigación de la corrupción (2015). /
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