El presidente del Parlament (o la presidenta, para ser precisos) es una figura institucional cuya acción política se circunscribe al hemiciclo. No estoy diciendo que no pueda actuar desde una perspectiva ideológica y que tenga que ser un cargo aséptico, pero sí que debe tener una cierta prevención a la hora de ejercer una responsabilidad tan alta. Un aseo, un miramiento escrupuloso. Por eso estoy estupefacto ante la actitud de la presidenta Laura Borràs. Se me hace difícil entender su oposición frontal a ERC, continuada y explícita, y su erección como verdadera jefa de la oposición. La situación raya el esperpento. Otorga una medalla a los represaliados (que algunos rechazan, porque la represalia llega, en parte, de la propia Generalitat), acepta las críticas y aboga por el simbolismo como medida de presión del legislativo que preside a la institución donde está incardinado el legislativo. Y antes, critica la mesa de diálogo con lo de "la pobreza" de las concreciones de Aragonès, cuando es ella que no concreta si está a favor del símbolo, de la lucha concreta o de la hipocresía como arma de futuro. O está preparando la candidatura para presidenta (de la Generalitat) o no lo entiendo.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La erección de Borràs
Laura Borrás, presidenta del Parlament de Catalunya /
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