Supongo que tienen en mente el cuadro ‘Muchacha leyendo una carta ante una ventana abierta’, de Vermeer. Si no, les aconsejo que lo busquen en la Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos de Dresde. Verán una pintura que no es la que creen, si es que ya la conocían. En 1979 se descubrió que bajo la pared de tonos amarillentos de la casa de la chica que lee la carta había un enorme cuadro de Cupido que el pintor de Delft había incorporado a la escena y que alguien, vete a saber por qué, un siglo después, decidió tapar. Tras comprobar que el autor del retoque no había sido Vermeer, sino un aficionado, se inició un largo proceso, delicadísimo, quirúrgico, que ha culminado con el nuevo cuadro que se podrá ver en Dresde, desde este viernes, en una antológica del pintor de calles y de estancias con la claridad que viene de la ventana. La incorporación del Cupido original, ya me perdonarán los entendidos, por mí carga demasiado la escena. Era mejor antes, con la pared desnuda. Esto nos demuestra que un artista nunca sabe cuándo termina de verdad su obra. Donde antes había seca desolación, ahora hay exceso simbólico. Eso sí, la mirada de la chica es imperturbable: todavía no sabemos qué decía, que nos dice, la carta.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Vermeer revisitado
Un artista nunca sabe cuándo termina de verdad su obra
Pinceles. /
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