Los que somos de naturaleza lectora sufrimos a menudo el síndrome de la lectoansiedad. El placer de escuchar a alguien hablar con pasión de un autor deviene en ganas de dejarlo todo y ponerse inmediatamente a leer aquel clásico, aquella joven promesa, aquella poeta afgana. Pero también puede provocar una especie de ansiedad por no haberlo leído todo, por no haber sabido apagar la pantalla y abrir el libro. No dejo de pensar en lo que decía el otro día el escritor Vicenç Pagès Jordà en una entrevista en El Punt Avui: "Se debe leer al menos una hora al día, para ir bien toda la vida, en papel, en silencio y sin hacer nada más". Pero, como en muchas otras cosas de la vida, deberíamos celebrar más lo que hacemos bien y no angustiarnos tanto por errores u omisiones. Autoexigencia toda, pero sin dejar que nos ahogue. Con el motor de la curiosidad podemos descubrir cosas nuevas cada día, con la virtud de la perseverancia podemos también digerirlas y sacar provecho de ellas.
Despertar la curiosidad Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Contra la lectoansiedad
Esa es la gracia, que después de un libro viene otro, y el placer de la lectura también debe ser el de saber que no se acaba.
Món Llibre, feria del libro infantil y juvenil en el CCCB. /
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