La dureza del primer confinamiento fue un ejercicio inédito y emocionante de solidaridad nunca visto en nuestra sociedad, de raíz egoísta: pueden discutirse los matices, pero en lo esencial el sacrificio simultáneo de centenares de millones de personas, encerradas a cal y canto durante tres meses, fue un éxito indiscutible porque paró el golpe y evitó un apocalipsis definitivo. Pero aquella exhibición de empatía no podía ser eterna o, al menos, no podía ser unánime: los defensores de los mal llamados derechos individuales empezaron a ponerse pesados con la molestia que supuestamente provocaban las mascarillas y, a pesar de su eficacia probada, no han cesado en su campaña para intentar erradicarlas: los gobernantes, tan sensibles a las presiones, cedieron como siempre al 'lobby 'de los histéricos pero, curiosamente, la gente se las sigue poniendo masivamente en la calle, prueba evidente de que no deben molestar tanto.
Negacionistas Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Castigar a los antivacunas
No le podemos clavar una jeringuilla a nadie, pero sí se puede legislar que quien no se vacune no pueda ir a trabajar, ni por supuesto al cine o a un restaurante
Manifestación de negacionistas en Madrid, el 16 de agosto de 2020. /
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