A menudo, lo mejor del fútbol ocurre fuera del fútbol. Mi amigo Emilio contó anoche una historia sobre un partido que vio en un bar. Era una noche importante, con un ascenso en juego, no era un partido más. Frente a la tele se reunían familias enteras, con padres nerviosos y niños sonrientes, una estampa costumbrista bañada en la sana ilusión por ganar. En plena escena apta para todos los públicos, justo antes de comenzar el encuentro, se guardó un minuto de silencio.
Salir a calentar
Admito que estar en el banquillo de vez en cuando era genial. Tuve un compañero que un día sacó una bolsa de pipas -con sal-, pero hay más
Simeone, en el banquillo de Atlético durante un partido. /
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