El desliz Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Corinna va a terapia

La examante del rey Juan Carlos le ha demandado para que pague el tratamiento de salud mental que ha afrontado como consecuencia del acoso que dice sufrir del emérito y de la inteligencia española

Corinna Larsen.

La examiga entrañable del rey Juan Carlos I, Corinna Larsen, se ha visto en la necesidad de buscar ayuda profesional para paliar el estrés y la ansiedad que le provocan el presunto asedio del anterior jefe del Estado, hoy jubilado y desterrado en Abu Dabi. Me imagino la cara de póker de su psicólogo o psicóloga londinense cuando la dama se tiende en el diván y empieza su doliente relato. «Yo hubiera podido ser la reina de España. Me llamaba 10 veces al día por teléfono. Ese hombre incluso le pidió mi mano a mi padre, y le aseguró que se iba a divorciar. Yo nunca me he movido por el dinero, pero ahora me pide que le devuelva los 65 millones que se empeñó en regalarme y no llevo suelto». Gracias a las nuevas tecnologías, al profesional que ya estaba diagnosticando delirios de grandeza no le costará googlear discretamente el nombre de la dama en el móvil y darse cuenta de que todo lo que dice está ya escrito en titulares de la prensa seria, y grabado por la BBC. «El jefe del espionaje español se reunió conmigo para presionarme. Mencionó a mi hijo. Me vigilan con coches y me han pinchado los teléfonos y los ordenadores. No puedo dormir. Yo, que estuve a su lado en el hospital cuando le operaron cogiéndole la mano... Ahora quieren destruir mi buen nombre. Hasta he tenido que contratar un relaciones públicas que defienda mi honor, cosa nada barata». Lejos de achantarse y firmarle un cheque con la generosa dádiva de su amigo saudí de vuelta, Corinna Larsen ha demandado al monarca emérito por acoso y espionaje, ha solicitado a la justicia británica una orden de alejamiento contra él y contra el CNI para que no se puedan acercar a menos de 150 metros de sus residencias, y ha exigido el reintegro del dinero que ha invertido en su salud mental y en la reparación de su reputación, tan castigada. La gran pregunta es si los sufridos súbditos contribuyentes hispanos acabaremos pagando también esta factura.