Si Susana Díaz hubiera ganado en junio las primarias de Andalucía, Pedro Sánchez estaría ahora en una situación delicada dentro del PSOE. No porque sus críticos fueran a estar en condiciones de ganarle en el congreso de octubre, mucho menos de derrocarle, como ya hicieron el 1 de octubre de 2016, sino porque la situación en el partido le resultaría molesta. Como una piedra en el zapato. Porque, de haber sido ese el resultado, Sánchez tendría una oposición interna organizada en torno a quien fuera su rival por el liderazgo socialista y a la oposición de acoso y derribo que hace el PP, más Vox y, a veces, Ciudadanos, y a las tensiones en la coalición del Gobierno con Unidas Podemos, el presidente hubiera añadido la pelea interna.
La estrategia de Sánchez Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
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Reconciliar al partido parece haber sido uno de los objetivos de la remodelación de Gobierno, no solo por la necesidad emocional de restañar heridas del pasado sino, especialmente, para afrontar con posibilidades de ganar las futuras citas electorales
El presidente del Gobierno Pedro Sanchez, en rueda de prensa tras la reunión del Consejo de Ministros el pasado 13 de abril en la Moncloa. /
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