Despedida Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Los días sin Messi

He vivido el descalabro desde la indiferencia. Será que ya soy mayor. Aun no entiendo del todo lo que ha pasado.

Messi llega, entre lágrimas, a su rueda de prensa de despedida. / REUTERS / ALBERT GEA

He contemplado el adiós de Messi con una considerable dosis de indiferencia. Tuve la sensación, la tarde del 5 de agosto, de haber abandonado la cofradía a la que pertenecía y de la que observaba todos los preceptos en honor y alabanza del dios que idolatrábamos. Y afiancé esta percepción en la despedida sentimental del domingo. Sin provocarlo, casi sin querer, me he sentido prácticamente como un apóstata, alejado de la comunidad, rechazado por los cofrades. Y lo cierto es que yo había sido un miembro activo y entusiasta. He escrito unas cuantas páginas ditirámbicas sobre Messi y, lo confieso, he sido uno de los que dijo que ya no había adjetivos para describirlo. No reniego de ello y tampoco soy un iconoclasta. Hemos tratado de convertir su fútbol en mitología, de construir la epopeya a partir de sus regates, los goles. "La ira, canta, diosa, la ira funesta de Aquiles". Así empieza 'La Ilíada'. Muchos (y no puedo dejar de citar a los mejores: Ramon Besa, con su sabiduría tranquila; Jordi Puntí, con un libro memorable) hemos implorado a los dioses para que nos ayudaran a cantar el ímpetu exquisito del 10. Siempre hay adjetivos, pero, cuando decíamos que no había, en realidad estábamos diciendo que lo que veíamos era inefable. Pasaba como con aquellas religiones para las que la sola mención del nombre de Dios se convierte en una injuria, porque es inconmensurable y, pues, no se le puede enmarcar con una herramienta tan rudimentaria y humana como el lenguaje.

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