Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Lo que emerge de las fosas

Todo aflora para ser dignamente enterrado. Para acabar con su latido. Para que cese esa palpitación que sigue tratando de imponer su ritmo

Fosa común de la guerra civil, en Málaga. 

¿Qué vuelve cuando se recupera un cuerpo perdido durante más de 80 años en una fosa sin nombre? ¿La memoria? ¿El reposo? ¿El orgullo? Quizá el recuerdo de un amor perdido. O el pacto con un dolor que nunca se fue. Si calláramos, las oiríamos. Son las voces de las tumbas. Décadas de palabras estranguladas, mensajes interrumpidos, abrazos imposibles de miembros inertes. Ya nada. ¿Qué regresa cuando emerge el polvo de los muertos? Cada cuerpo es un eslabón de un rosario de historias. Es la persona caída, su miedo y su vida truncada. Ese instante anterior, en el que se sabe que ya todo se acaba. En el que se agolpan las pérdidas sin despedidas, el estallido de la añoranza, la zozobra ante un final ineludible. Está el silencio que le sucede inmediatamente. Y después los sonidos que se cuelan por las rendijas de la imposición. Los gritos de desesperación. El estallido de los llantos, pero también los lloros ahogados, contenidos, enmudecidos. Las lágrimas que, noche tras noche, empapan las sábanas. El cansancio de esa sombra de muerte. Y los rumores. Que son tantos. Que no cesan. Que a veces se tornan torrentes y arrastran con su ímpetu. Otras son ciénagas de gris mercurio.