Opinión | Ampliación polémica

El acuerdo del aeropuerto de El Prat: toma el dinero y espera

Ha primado la urgencia de no dejar morir administrativamente la hipotética inversión en el aeropuerto antes de negociar técnicamente el proyecto; ya se verá el enfoque del plan director y la reacción de la Unión Europea

El aeropuerto de El Prat / FERRAN NADEU

Jordi Mercader

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Andreu Mas-Colell explicó hace semanas en el programa de Josep Cuní su posición respecto a la polémica por la ampliación del Aeropuerto Josep Tarradellas: no tiene sentido decir que no antes de conocer el proyecto, primero hay que decir que sí al dinero y luego ya veremos. El ‘exconseller’ de Economia sabe cómo van las cosas y qué significan 1.700 millones. Más o menos es lo que sucedió por sorpresa el lunes. Poco más, el Gobierno central y el Govern catalán han acordado que AENA puede aprobar a finales de septiembre su plan quinquenal de inversiones, contemplando las eventuales ampliaciones de los aeropuertos de Madrid y Barcelona. Después, ya se verá el enfoque del plan director y la reacción de la Unión Europea. El juego se llama política y se practica tirando la pelota hacia adelante.

Los pactos inesperados descolocan a todos lo que no están al caso de la maniobra, no tanto por el contenido del acuerdo sino por la sensación de ‘outsiders’ que les invade. La mayoría de incógnitas y amenazas que rodean la idea de ampliar el aeropuerto siguen en pie y así seguirán hasta redactarse el plan director. De momento ha primado la urgencia de no dejar morir administrativamente la hipotética inversión antes de negociar técnicamente el proyecto y del temor existente en el Govern catalán de aparecer como los responsables de una pérdida multimillonaria para la economía catalana. En otras palabras, si hay que decir que no ya lo dirán otros más adelante y desde Bruselas.

Los dos gobiernos han ganado tiempo para la discusión de un diseño complejo en el que habrán de conjugarse intereses contrapuestos y concepciones antagónicas del país, una batalla que difícilmente podría dilucidarse con rigor antes de finales de septiembre. Se ha impuesto la doctrina Mas-Colell, toma el dinero y espera acontecimientos. Naturalmente la CUP, los Comunes y algunas voces de ERC no lo han visto así y se han rasgado las vestiduras como si el lunes se hubiera aprobado la ampliación del aeropuerto en las peores condiciones posibles para el futuro de Barcelona, Catalunya y el planeta. No, el día histórico para el aeropuerto está por llegar.

Las voces críticas tienen razón en un aspecto: Puigneró no les ha consultado para dar este pequeño paso. Hay una mesa de estudio y debate creada por la propia Generalitat con todos los interlocutores interesados y el ‘vicepresident’, sin encomendarse a nadie, tal vez solo a su instinto de gestión del poder, se ha lanzado a los brazos del Estado, sospechando que el Gobierno Sánchez es muy capaz de sacar adelante el proyecto en la Unión Europea con o sin su concurso. El 'president' Aragonès para salir al paso de quienes desde su campo critican el acuerdo lo admitió, lo hemos hecho para “no quedar fuera”.

Puigneró no eligió un día cualquiera para cerrar el acuerdo con la ministra Raquel Sánchez, aprovechó para subrayar una imagen vistosa: mientras ERC protagoniza reuniones bilaterales en las que el Estado impone su ritmo cansino en el desarrollo competencial, Junts cierra pactos bilaterales supersónicos de alto valor estratégico para el país. Los escépticos del diálogo practicando el ‘peix al cove’, el ‘pujolismo’ de siempre.

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El ritmo del diálogo y sus resultados los marcará el Gobierno Sánchez, básicamente porque tiene las llaves de la caja fuerte.  El mensaje emitido por Moncloa es tranquilizador: todo va bien, se habla, se planifican reuniones con el Govern catalán dentro de la mejor de las normalidades, cuando conviene se cierran acuerdos substanciales bajo el liderazgo del Estado y si, puede ser, encender conflictos internos en la coalición independentista. Primero, la luz verde al plan de inversiones de AENA, con el añadido de la ampliación de la red de AVE hasta los aeropuertos de Girona y Reus, luego vendrá la cesión de la gestión de Rodalíes, todo piano-piano, administrando el tiempo para llegar a la negociación de los presupuestos generales con todas las opciones de socios abiertas y con todas las promesas de fondos europeos a punto de caramelo. Enfrente, ERC se siente obligada a presentar cada reunión de comisión mixta como una jornada trascendental para avanzar hacia la independencia (sic); hasta agotar la credibilidad de tal discurso.

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