Asignaturas para septiembre Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

El ‘balneario’ del verano

El paréntesis del calor suele ser una parada en ‘boxes’ para ajustar piezas y recobrar aliento

Una mujer consulta su teléfono móvil en la playa de la Patacona de Alboraya, en Valencia. / Efe / Manuel Bruque

Los ‘Diarios’ de Stefan Zweig, recién publicados por Acantilado, abarcan tres décadas de una vida, una montonera de días en los que solo cabe la consignación de dos primeros de agosto –a pesar de su nombre, el género memorialista es discontinuo, fragmentario, plagado de agujeros–. De los dos, el segundo, el 1 de agosto de 1915, coincide en domingo, justo como hoy. El escritor se encuentra en la ciudad balneario de Baden, a unos 20 kilómetros al sur de Viena, una pequeña localidad que Beethoven había escogido con frecuencia como residencia veraniega. En sus días de relajo, Zweig se sorprende de que tanto la gente que lo rodea como él mismo sigan disfrutando de la claridad y del aire, «que todo sea diversión, que después de un año demencial el mundo siga siendo el mismo», un fragmento que, salvando la terrible distancia, se acopla como un guante a estos días fugaces. La canícula anterior también había sorprendido al gran humanista en la estación termal de Baden: «El verano de 1914 seguiría siendo igualmente inolvidable sin el cataclismo que descendió sobre tierra europea, porque pocas veces he vivido un verano tan exuberante, hermoso y casi diría... veraniego. El cielo, de un azul sedoso noche y día; el aire, dulce y sensual; los prados, fragantes y cálidos…» (esto lo escribe Zweig en otro lugar, en ‘El mundo de ayer. Memorias de un europeo’).