Sábado, 5 de junio. Malestar tras la segunda dosis de la Pfizer. Flojera y un dolor de cabeza atómico. A media tarde salgo a la lavandería a recoger el edredón y, mira por dónde, regreso a casa con tiritona. Casi 38,5 en el viejo termómetro de mercurio. Intento leer, y nada. Ni me apetece ver la tele, ni escuchar siquiera el 'easy listening' de Spotify, donde suena 'Life is just a bowl of cherries', en la voz de Doris Day, con cierto recochineo. Apago. Busco la oscuridad horizontal y el silencio, como hacen los chuchos por instinto cuando se ponen malos. Los animales piensan mucho más con el cuerpo. ¿En qué combustiones andarán las células vacunadas? Pobre cuerpo, carcasa ignorada, solo implacable cuando pide atención. Remite la fiebre y busco los versos de Wislawa Szymborska: «Por poseer un cuerpo, se paga con el cuerpo».
Dietario de la espera
Un planeta achicharrado
Sobre el cambio climático, el campo olvidado, el cuervo Rockefeller y otras calenturas
Terreno afectado por la sequía.
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