Ha pasado el 28 de junio. Día del Orgullo LGTBI. Este año, en medio de la polémica sobre la Ley trans y su aprobación. Lamentablemente, aun siendo un día festivo y de reivindicación, lo ha sido también de polémica entre distintos posicionamientos feministas. Todas las posiciones son legítimas y todas “escuchables”. Las diferentes miradas dentro del movimiento feminista ejemplifican uno de los elementos más importantes de lo que significa el feminismo: diversidad. Sin embargo, cuando las posiciones toman la forma de ataque y no permiten la construcción de acuerdos sobre aquello que podría ser común la divergencia puede convertirse en hostilidad, descrédito e invisibilización del “otro”, “otra”, “otre”.
Los riesgos de la lucha por las identidades
Si atomizamos las luchas nos centramos en nosotras/os y nuestras iguales, en una escalada infinita que quiere poner el acento en dónde está la diferencia entre nosotras y en quiénes estamos más oprimidas; en definitiva, una jerarquía de la discriminación. Ello supone: pérdida de visibilidad y de poder, poder para incidir
Activistas trans en una protesta frente al Congreso. /
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