Cuando las cosas están como están sería útil que en la política catalana hubiese un poco menos gesticulación, de la que todos estamos tan cansados. Y más de cálculo realista, del que asimismo la mayoría es partidario. La grieta entre las autoridades españolas y las catalanas es profunda, la conocemos todos, nadie la oculta, nadie la disimula por la matemática casi diabólica que la sustenta. Tras fracasar dando patadas estériles contra el muro, el mejor paso que ha hecho la esfera independentista para cambiar la dinámica tras las elecciones ha sido fijar un plazo de dos años para ver si es posible avanzar en alguna dirección. Las posturas son completamente antagónicas: referéndum de independencia o nada, o el hallazgo de una fórmula constitucional que permita cierto encaje mejor, que pueda acabar siendo aceptable para ambos lados. Por lo menos, dando tiempo a que evolucionen las cosas en la dirección que sea dentro de Catalunya y en el conjunto del Estado.
Catalunya y España
Rebajar la gesticulación
El secesionismo debe acompañar a los constitucionalistas no sectarios para intentar poner cimientos para algo. Ese es su desafío, su oportunidad
El presidente del Gobierno, Pedro Sànchez, recibe al ’president’ de la Generalitat, Pere Aragonès, en el palacio de la Moncloa. /
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