El 'procés' ha sido un desastre en términos individuales y colectivos, se mire por y desde dónde se mire. Expectativas nacionalistas masivas pero muy ilusorias, que se han visto frustradas abruptamente con mucho alarmismo, pero con un mínimo esfuerzo, por parte del Estado. Terror nacionalista por parte de muchos españoles, que creían que a su país se le escapaba un trozo más –el siguiente desde la pérdida del Sáhara Occidental, en 1975– y que, teniendo ese pánico exacerbado en mente, vieron un golpe de Estado donde solo había una enorme mascarada, igual que Don Quijote veía gigantes donde sólo había molinos. Queda para la historia el estrés absolutamente innecesario al que –en realidad– unos pocos han sometido a varias instituciones importantes, empezando por el Parlament, siguiendo con el Govern y llegando incluso al Tribunal Supremo, que está sufriendo severos correctivos internacionales, pasando por el Tribunal Constitucional, en el que algunos de sus magistrados han intuido por fin lo que se puede venir encima si se insiste en calificar de “insurgencia” lo que solo fueron manifestaciones, declaraciones grandilocuentes y actos jurídicos estériles, por parte de las instituciones autonómicas.
Instituciones polémicas
Y ahora el Tribunal de Cuentas
Es discutible la base del razonamiento que parece emplear esta institución para desplegar toda su actuación contra los dirigentes independentistas
Entrada de la sede del Tribunal de Cuentas en Madrid. /
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