Dicen que entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès hay más sintonía personal que la que ha habido en la última década entre los presidentes del Gobierno y los ‘presidents’ de la Generalitat. Vista la escasa simpatía que se tenían quienes ocuparon esos cargos previamente, llevarse mejor no resulta difícil. Ese, que podría parecer insustancial es, sin embargo, un dato importante, porque el avance o no de la nueva etapa de diálogo que se inauguró este martes va a depender mucho de esa relación. Será esencial que entre ellos exista la suficiente franqueza como para decirse las cosas claras, para que se fíen el uno del otro y para generar, a partir de ahí, un clima de confianza entre las dos delegaciones que se sentarán en la mesa de diálogo en la tercera semana de septiembre. Tendrán que ser ellos quienes desbrocen el camino hacia ese futuro de concordia y convivencia del que habla Sánchez y que, escuchados los argumentos de Aragonès al final de la reunión, semejan ser pura utopía. Pero nadie dijo que esto fuera a ser fácil.
La tribuna
Nadie dijo que fuera a ser fácil
Las reivindicaciones maximalistas de autodeterminación y amnistía deberían ser las últimas en aparecer, no las que se ponen el primer día sobre la mesa. Especialmente porque el Gobierno no puede aceptarlas
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe al ’president’ de la Generalitat, Pere Aragonès, en el palacio de la Moncloa. /
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