Fantástica sensación, la de estrenar un tiempo nuevo. Salgo a la calle y respiro. Tomo aire por la nariz, sin filtro, y lo suelto por la boca, sin barrera. El aire, por fin, libre. A su aire. Empiezo a caminar. Los ojos buscan curiosos, ya no la mirada cómplice del otro, sino la sonrisa abierta, imprescindible. Ligera decepción: la mañana no es tan radiante como esperaba. Y no me refiero al sol, que a esas horas luce tímido todavía. Hablo de las caras con las que me cruzo. Algunas –bastantes más de las que esperaba– visten máscara todavía. Dudo. ¿Me habré equivocado? ¿No será hoy «el día D, hora H»? No he leído, todavía, la prensa de la mañana (a ello que voy, camino del quiosco), pero recuerdo bien las imágenes que vi anoche en televisión: un grupo de gente alborozada celebrando con cava, en plena calle, las doce campanadas, como si de otra Nochevieja se tratara, y lanzando al aire, con el mismo ímpetu, vítores y mascarillas. Me reafirmo, pues, en que es sábado 26 y son las 9 de la mañana.
Sin filtro
Como de costumbre
Los ojos buscan curiosos, ya no la mirada cómplice del otro, sino la sonrisa abierta, imprescindible
Gente paseando con mascarilla y sin mascarilla en La Rambla de Barcelona. /
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