Imagino a un responsable de Coca-Cola, quizás el jefe de comunicación o eso que llaman Community Manager, sentado ante una pantalla para comprobar que, efectivamente, las botellas de Coca-Cola son visibles en la mesa donde se da la rueda de prensa. En otra pantalla, en la sala de mando, está la fluctuación de las acciones en la bolsa. De repente, Cristiano Ronaldo se sienta y coge las botellas con uno de esos gestos de desprecio que tanto conocemos. Incluso diría que es un gesto de rabia, casi un gesto de odio. Las separa del centro de la mesa y las arrincona en un margen. Coge una botella de agua y la exhibe como la salvación: "¡Bebed, agua!", dice. Y también dice "Coca-Cola" y no añade "ecs, qué asco!" porque ya dice "ecs, qué asco" con su mirada asesina. Y, entonces, el jefe de comunicación (o como se llame) observa la bolsa y ve que, de repente, la compañía pierde 4.000 millones de dólares, que se dice pronto.
Pros y contras
Gestos y acciones
La fábula de la Coca-Cola y Cristiano Ronaldo no solo nos informa de la fragilidad de las finanzas y los negocios, sino también del poder del gesto de un hombre solo
Ronaldo retira las botellas de Coca-Cola al inicio de una rueda de prensa de la Eurocopa /
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