Las redes sociales, ese universo paralelo, vienen lamentando desde hace días la muerte del 'streamer' Gabriel Chachi, de 25 años, un chaval nacido en Sabadell, muy talentoso. Con solo 12 ya había abierto un canal en YouTube para subir música rap de grupos poco conocidos, pero, como el mundo cibernético va tan pasado de revoluciones, quiso abandonar esa plataforma para experimentar con otras, como Instagram y luego Twitch (y las que vendrán). Hace apenas un par de meses, al echar la vista atrás en su corta trayectoria, Gabriel mencionaba ciertas sombras en una entrevista virtual: “Por las noches todavía me persigue el que si me hubiese dedicado a subir contenido en ese canal [YouTube] hasta el año 2021, igual ya sería rico”. Lo perseguía el fantasma de la presión. Sin comunicado oficial sobre las circunstancias de la muerte, las reflexiones de otros 'cracks' del mundillo digital, como Ibai Llanos o Maya Pixelskaya, acerca del dolor de la pérdida y la necesidad de airear los problemas de salud mental, invitan a concluir que ha sido un suicidio. Terrible. Sobrecogedor.
Tiempos precarios
En la muerte de un 'youtuber'
El filósofo Mèlich compara el sistema tecnológico con el “panóptico”, la cárcel perfecta que diseñó Bentham
Gabriel Chachi, junto a su novia, en mayo, antes de realizar un test de embarazo en directo /
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