Pros y contras

Dudas existenciales sobre la lavadora

En Barcelona y otros municipios la ordenanza prohíbe que por la noche se utilicen "aparatos domésticos excesivamente ruidosos". ¿En qué quedamos?

Una persona pone en marcha una lavadora. / ELISENDA PONS

Ya hemos aprendido que, para ahorrar, debemos esperar a medianoche para poner lavadoras y secadoras y lavavajillas. Un festival de luces, ruidos, transgresiones sónicas y simulaciones de terremotos que se puede alargar hasta las ocho de la mañana. Es decir, te levantas para orinar a las cuatro de la madrugada y piensas: "Ostras, ahora podría poner la ropa de color", y vas hacia la galería donde tienes la lavadora, un espacio reducido y minúsculo que da al patio de luces del bloque de pisos, y la pones en marcha, y vuelves a la cama, pensando en la próxima factura de luz y en todo lo que te ahorrarás. A las cinco, un vecino ha pensado lo mismo (él no tiene problemas de próstata: ha previsto una alarma) con la máquina que lava la vajilla. El ruido no es tan colosal como el de la lavadora cuando centrifuga, pero ya que las paredes son de papel de fumar, y todo lo oyes, también escuchas aquella insolencia de la ingeniería doméstica.