El desliz

Nunca ahorraremos electricidad

El Gobierno hace pedagogía anticontaminación con las familias atizándoles un nuevo sablazo tarifario, mientras deja para más adelante lo de «los beneficios caídos del cielo» de la industria energética

Una persona pone en marcha una lavadora / Elisenda Pons

Se lo dije al amable comercial que me atendió hace un par de años para modificar mi tarifa y se lo tomó a mal. Déjelo, no gaste saliva ni esfuerzo, no me importan ni los fijos, ni los variables, ni los kilovatios ni las franjas de consumo, pues hay una única verdad universal: nunca ahorraremos electricidad. Me cuantificó en diez euros mensuales el aporte a mi economía de la gestión que acababa de firmar y le dije que estaba segura de que sí con mi mejor gesto de escepticismo. Qué tiempos aquellos, sin mascarilla, en que podías ponerle cara de jabalí al educado intermediario de una funesta eléctrica para que supiera que vencida, pero nunca convencida. Hoy podemos pestañear locamente para demostrar nuestra oposición a la sangría de los más pobres que supone el nuevo sablazo energético. Que si las energías verdes, que si la regulación del mercado, que si la subasta, que se ha vuelto a salir la junta de la trócola. La única energía que podemos ahorrar los ciudadanos es la que invertimos en sulfurarnos por la enésima depredación a que nos someten los de ahora, igualitos a los de antes, a día hoy, cuando somos más vulnerables que nunca. Consejos para ahorrar energía: apague la radio y la tele cuando salga un experto dando consejos para ahorrar energía, y fíjese que no quede iluminada la lucecita roja del 'standby'; no llame jamás al servicio de atención al cliente de su suministradora, pues con los 15 o 20 minutos que le tendrán en espera gastará una batería que es dinerito contante y sonante para ella; siga comprando ropa baratera porque ni se nota si va arrugada.