El médico Pedro Sánchez esboza ahora mismo una sonrisa con la jeringuilla de los indultos en la mano. Su logro de verdad no será el mero calmante, que no cura pero que al menos desinflama, sino la reacción histérica que ya ha provocado en la sala de espera. Los gritos de desesperación de la extrema derecha y del socialismo extremo, con Felipe González a la cabeza de los indignados, son la prueba de que lo que algunos detestan de verdad no son unos indultos, que por otra parte llegan tarde, sino que alguien haya decidido a empezar a curar la herida. Que personajes carpetovetónicos y encima también indultados, como Vera o Barrionuevo, hayan salido en tromba contra Pedro Sánchez, cogidos de la mano de García Page o Fernando Savater, indica que, efectivamente, la industria política y mediática que ha vivido del separatismo para tapar su propio nacionalismo está dispuesta a cualquier cosa, antes de quedarse sin el monotema que todo lo justifica: la cuestión es que, tanto en España como en Catalunya, una jauría de adictos a la represión han tenido un ataque de pánico, cuando han visto que se termina su modus vivendi de la última década.
Apunte
Maravillosos indultos
Los indultos todavía no existen pero ya han servido para desenmascarar a los iluminados y para mostrar que solo se avanza cuando se cede: por primera vez la política gana a las emociones
Sánchez desdeña el coste por los indultos y apuesta por abrir una nueva etapa /
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