Tiroteos y crímenes machistas: La epidemia de violencia

Entramos en una nueva etapa, aún en pandemia, que pasa por evitar el estallido social y mejorar la atención de la salud mental de la ciudadanía

Protesta contra la violencia machista en Madrid / Alberto Ortega /Europa Press

1.Contar los crímenes machistas

En la mítica 2666, Roberto Bolaño dedicó una de las partes de la novela a desgranar una a una las historias mínimas que llevaban a una mujer, normalmente joven y empleada en las fábricas de una ciudad de México, a ser asesinada y abandonada en el desierto. Uno a uno hasta 110 crímenes, contados de forma monótona, como lo puede llegar a ser una vida cotidiana, desde una mirada desapasionada, la del cronista de una realidad volcada en forma de ficción. Probablemente las muertes de Ciudad Juárez, ese triángulo de las Bermudas de la violencia de género, no tendrán mejor cronista que en esa Santa Teresa literaria. La avalancha de muerte desborda el riesgo de la rutina de los crímenes sucesivos, y Bolaño consigue el milagro de captar nuestra atención, desde las entrañas, sobre el grave problema del país desde este ejercicio de irrealidad. 

2.Tiroteos en EEUU

Entre las aplicaciones de los móviles hay varias, del tipo Breaking News, que lanzan alertas cada vez que hay una noticia para los más importantes medios de información de todo el mundo. Puedes discriminar por países o temática, pero si activas las opciones más generalistas, habrás recibido en los últimos tiempos una avalancha de avisos de tiroteos y muertes violentas, la mayoría en EEUU. No es una sensación, es un hecho que se materializa al compás de las notificaciones del móvil, como si fueran pulsaciones que te cortan la respiración por unos instantes. Cada crimen. 

Los estadounidenses ya hablan de la epidemia de la violencia. El tiroteo de San José, en California, ha dejado hace unos días 10 víctimas, entre ellas el asesino. En las últimas semanas se produjeron otros tiroteos de masas, como el de Colorado Springs, o el de Boulder, que han vuelto a poner por enésima vez sobre la mesa la necesidad de regular el control de armas. La violencia se ha vuelto a enseñorear de la crónica de las páginas de internacional, donde los conflictos cíclicos como el de Gaza o el resurgido terrorismo de Sendero Luminoso comparten esa ventana de preocupación que suscitan las catástrofes naturales o los graves accidentes. Hombre mata a multitud. Tiroteo mortal entre jóvenes. Un goteo constante de muerte, de vida interrumpida, que podría llevar de tanta repetición a la fatiga de atención, al desinterés por entender y cambiar el curso de esta tendencia. 

 3.El cóctel explosivo de la violencia

La epidemia de violencia en Estados Unidos inquieta y mucho, sobre todo, por lo que tiene de fenómeno global. Dejando de lado la relación singular del país con las armas, los sociólogos apuntan que es un efecto secundario más de la pandemia: las restricciones y confinamiento, por una parte, y la crisis económica en todas sus formas, por otra, han llevado al límite a demasiada gente. Algunos han explotado y lo han hecho así. El sistema tiene un nuevo desafío por delante, tras entrar ya en fase de vacunación de la población. Entramos en una nueva fase de la pandemia que pasa por evitar el estallido social y mejorar la atención de la salud mental de la ciudadanía.

El Pacto Nacional de Violencia de Género ha sido uno de los que se han reactivado tras los asesinatos en cadena de mujeres en España en unos pocos días, 6 crímenes conectados por la violencia doméstica. En EEUU el maltrato machista está estrechamente ligado a los crímenes de masas: Un estudio de la Universidad de Boston ha determinado que casi la mitad de los autores de tiroteos en el país de los últimos 50 años tenían antecedentes de violencia contra las mujeres. De hecho, una de las medidas que la Administración Biden podría poner en marcha es la reforma de los criterios para obtener la licencia de armas o la compra de una pistola si tienes antecedentes de violencia doméstica.

Crisis, violencia, mujeres. Un cóctel explosivo que no podemos dejar que se mezcle.