Buena parte de la conciencia ecologista en Catalunya nació en el Empordà en los años 70 del siglo XX, de la mano de ornitólogos, naturalistas, biólogos o fotógrafos como Jordi Sargatal, Marti Boada o Francesc Guillamet. Y muchos otros, que promovieron la campaña 'Salvem els aiguamolls' y que entonces eran vistos como unos alocados que luchaban por la pervivencia de una zona húmeda, infestada de mosquitos, y por cuatro pájaros (¡o cuatrocientos!). Si no llega a ser por ellos y por las locuras que hicieron, Empuriabrava (que ya es, en sí misma, una bobada colosal, un no-lugar grandilocuente, una escenografía ampulosa que deriva hacia el vacío) ahora sería un desolado parque temático que se habría comido media costa.
Pros y contras
La Costa Brava: un contínuo de gritos desesperados
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