Los Acuerdos de Abraham firmados al final de la presidencia de Donald Trump preveían que Bahréin, Emiratos, Marruecos y Sudán establecieran relaciones diplomáticas con Israel a cambio de ciertos favores de EEUU, que en el caso de Marruecos supusieron el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Al tiempo que suavizaban el relativo aislamiento regional de Israel, su verdadera importancia residía en que ponían fin al derecho de veto que de facto los palestinos habían tenido hasta entonces sobre las relaciones entre Israel y los países árabes. Construidos sobre el convencimiento de que los árabes estaban hartos de ser rehenes de una situación bloqueada y que les había costado varias derrotas militares, y de que las divisiones palestinas entre la OLP y Hamás impedían todo progreso en el proceso de paz, los acuerdos llevaron a EEUU y a Israel a creer que los palestinos se resignaban a vivir indefinidamente bajo ocupación. La prueba es que en las últimas tres elecciones israelís el problema palestino brilló por su ausencia, mientras continuaba la política de asentamientos que cada día hace más difícil encontrar una solución.
Tensión en Oriente Próximo
Pedradas y misiles
El problema ha estallado de nuevo por una desafortunada coincidencia de celebraciones religiosas en muy pocos metros cuadrados considerados sagrados por judíos y musulmanes
Un manifestante palesino lanza piedras a las fuerzas israelís durante las protestas en Hebrón /
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