Hay cosas mucho peores que unas nuevas elecciones. Por ejemplo, un gobierno que se sepa malo de antemano. O peor aún, un ejecutivo que sólo aliente entre la ciudadanía la indiferencia o el desprecio porque sólo es percibido como un ruido molesto, un zumbido en las orejas, un acúfeno más o menos intenso que hay que aceptar resignadamente porque no toca otra que convivir con él.
El laberinto catalán
Catalunya como residuo político e institucional
Pere Aragonès y Laura Borràs. /
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